Sólo Dios Y Los Riales

Por Gilberto Bergman Padilla

En Diriamba terminé mis estudios de primaria, el bachillerato encerrado en las murallas de piedra cantera, más cuatro hilos de alambre de púas, que rodeaban al Colegio Bautista.

Una vez terminado el bachillerato me fui a estudiar a España, donde tuve varias novias, pero nunca se me ocurrió casarme, pues yo le había prometido a mi mamá que iba a regresar soltero para casarme con una nica. Una vez me lo recordó en una carta: “Querido Gil: ahí te mando el cheque, avísame cuando lo recibas. Me encontré con doña Amanda Castillo y me dijo que su hijo Sergio se había casado y que vos tenías una novia andaluza. Te recuerdo que si te casas no te vuelvo a mandar ni un centavo. Tu mamá, Sobeyda”. Como sabía que lo iba a cumplir, regresé a Managua soltero.

Cuando me gradué de abogado le escribí una carta a mi mamá diciéndole que me mandara el pasaje para regresarme a Diriamba. Mi mama me contestó: “Querido Gil: ahí te mando el cheque, avísame cuando lo recibas. Está bueno que ya seas abogado, pero sin hablar inglés no vas a llegar a ninguna parte; así que averíguate en qué país podes aprender inglés y luego me mandas a decir cuánto te tengo que aumentar en la mensualidad. Tu mama Sobeyda”.

A los pocos días me vi cruzando el canal de la Mancha rumbo a Londres para aprender inglés. Durante un año y estudiando ocho horas diarias logré pasar el examen que me permitía poder ingresar a cualquier universidad inglesa. Le escribí una carta a mi mamá para que me mandara el pasaje de regreso a Nicaragua. Su respuesta fue: “Querido Gil: ahí te mando el cheque, avísame cuando lo recibas. Qué bueno que ya sabes inglés, pero sin un postgrado nada venís hacer a Nicaragua. Así es que busca como estudiar algo como finanzas o derecho internacional. Tu mamá Sobeyda”. No me quedó más remedio que quedarme en Londres a estudiar un Postgrado.

Cuando terminé mis estudios en Inglaterra, mi hermano Saúl me mandó el pasaje para que lo fuera a visitar a los Estados Unidos. Desde allí le escribí una carta a mi mamá, donde le decía que ya quería volver a Nicaragua. Ella me contestó: “Querido Gil: recibí tu carta donde me decís que ya queres volverte a Nicaragua. La verdad es que sería bueno que te averiguaras cuánto vale un carro y así cuando vengas a Nicaragua tengas en que movilizarte; vieras que arrecho es andar a pie y peor si andas de saco. Tu mamá Sobeyda”. Me envió los riales, compré el carro y me vine con mi hermano manejando desde Los Ángeles hasta Diriamba, ya que yo no sabía manejar.

Mi postgrado en Inglaterra había sido en Derecho Comercial con especialización en Derecho Marítimo. Apliqué a la Marina Mercante Nicaragüense, pero el dueño de la empresa Anastasio Somoza, le dijo al gerente que prefiera que su empresa la manejaran sus abogados en Nueva York. La verdad es que nadie me conocía, aunque fuera el único experto en el país en esa rama, no lo iban a contratar.

Comencé a trabajar de profesor de la UCC y en el Ministerio de Economía. Sin embargo, en Managua era ilustre desconocido y no era de extrañar, ya que cinco años interno en un colegio más diez años en Europa, la gente creía que yo era extranjero. Poco a poco comencé a conocer gente y a socializar.

Los domingos iba a ver a mi mamá a Diriamba, y mientras me tomaba una sopa de albóndigas de gallina india le comentaba. “Qué le parece que anoche tuve una cena en mi casa y le cuento que cada día me estoy relacionando mejor, y teniendo nuevos amigos; fíjese que anoche llegaron a mi casa el Presidente del Banco Nacional, el Secretario de la Presidencia, un par de Ministros, Embajadores, etc. Y mientras me servía un segundo plano, mi mamá me hizo el siguiente comentario: “Está bueno… pero de lo que vos nunca tenés que olvidarte es que los únicos amigos son… Dios y los riales”.