OCHO MIL
Dr. Gilberto Bergman
En Diriamba había un tipo conocido por “ocho mil”, el cual se caracterizaba porque todos los sábados en la noche acostumbraba verguear a su madre cuando en estado de total ebriedad llegaba a su casa y la madre, lógicamente, le reclamaba. La gente del pueblo decía que estaba salado, que era un maldito, pues pegarle a su madre era el pecado más grande de todos.
Ocho mil era famoso, pues cuando un hijo o una hija, vejaba, pijaba insultaba o le faltaba el respeto al ser que le dio la vida, era apodado en ese mote. En otras palabras, no era necesario que le pusiera la mano encima, bastaba con que le faltara al respecto.
Este recuerdo de mi infancia se hizo patente a raíz de un penoso incidente que me toco presenciar en una fábrica de chorizos aquí en Managua, y dada mi amistad con la dueña de la fabrica conocía perfectamente el caso que motiva esta historia.
Alevosamente y con inclinaciones perversas, Rosaura la hija, invento una trama, haciendo ver a su madre como si ella fuera una mujer mezquina, ruin, mala o a como la califico, una mujer “baja”, que fue al aeropuerto, cuando ella regresaba de honduras, a recibirla y “lamerle el c…” cuando días antes la había acuchillado, le había hecho perder un negocio. Con los ojos inyectados de odio, llamo a su madre prostituta, degenerada, mala madre, que acostumbra a “Calentarle la cama a sus empleados” para que se la forniquen en la noche cuando llega a revisar las ventas de los chorizos.
En fin, las barbaridades que dijo son improducibles. Su actitud criminal, cuando en un momento dado, Rosaura, poseída por el demonio, comenzó a romper todos los cuadros de la oficina y agarrando un cenicero se lo tiro a su madre a la cara que si no se hubiera capeado de seguro la hubiera mandado al hospital…
Yo soy testigo de que todo lo que dijo era falso, estaba presente cuando su madre estuvo reunido con los compradores y lo que hizo fue simplemente una operación comercial que no perjudicaba en absoluto a Rosaura. Creo que ha interpretado mal a su madre. Pero lógicamente, esto jamás lo va aceptar.
La escena fue tan espantosa, que todavía guardo en mi recuerdo, la cara llorosa de la madre, la actitud demoniaca de la hija, los cuadros rotos, el reguero de vidrios en el suelo, en fin un hecho que jamás me pude imaginar. La de una hija maltratando a su madre.
En la tradición voodo practicaba en las islas del Caribe, se cree que los espíritus malignos se reencarnan en los seres vivientes para continuar propagando su maldad, espero, para bien de esa familia, que el espíritu de “ocho mil” no haya anidado para siempre en el corazón de Rosaura, ni viva permanentemente en el kilometro treinta de la carretera a Masaya.