La Muerte Del Chocoyo

Gilberto Bergman Padilla

La algarabía de los estudiantes de veterinaria en el Campus de la Universidad de Ciencias Comerciales en Nagarote era contagiante. Por primera vez los estudiantes iban a operar. Se trataba de castrar a 17 toretes y el más entusiasta era yo, pues esperaba que los testículos me los llevaran a mi casa para comérmelos bien asados en una parrillada. De pronto de un árbol se desgajó una enorme culebra que no podía ni moverse del suelo, ya que acababa de engullirse un hermoso zanate.

Capturaron a la boa y la metieron en un saco. La trajeron a Managua, le hicieron una urna de vidrio y así se convirtió en la mascota de los estudiantes de veterinaria. Los estudiantes la alimentaban con pollitos, ratones y pajaritos. En lo personal me disgustaba ver semejante culebra, que cada día crecía y crecía. Cuando la encontraron medía metro y medio y en tres semanas ya alcanzaba los cuatro metros.

La boa fue bautizada con el nombre de “Lisboa“ y vivía en las oficinas de la facultad de Ciencias Agrarias. Además de “Lisboa,” en las oficinas de la Facultad de Ciencia Agrarias, tenían en el pasillo dos hermosos chocoyos que también eran alimentados por estudiantes. Como todos los sábados, el Decano la facultad cerró sus oficinas dejando suficiente alimento a “Lisboa “, y a los chocoyos.

El lunes a la mañana, cuando llegó el Decano a su oficina, se encontró con un espectáculo dantesco: en el pasillo y dentro de la jaula de los chocoyos con su barriga hinchada, y bien dormida, estaba “Lisboa”, que se había engullido a uno de los chocoyos. Inexplicablemente, la boa con una astucia digna de un humano forzó la cobertura de la urna de vidrio logrando salirse, y quien sabe cómo se salió de la oficina. Se fue al pasillo y con la cabecita levanto el pestillo de la cerradura. Se introdujo en la jaula se comió a uno de los chocoyos. El Decano, con mucho cuidado, metió la mano en la jaula de los chocoyos; apretó el pescuezo a “Lisboa” la saco, Procediendo luego a ponerla en su urna de vidrio y aseguró con alambre la cobertura.

Al quedar solo el chocoyo, el Decano optó por llevárselo a su casa, notando que una de sus patitas sostenía una pluma del chocoyo muerto. Durante cinco días el chocoyo no soltó la pluma. No comió ni tomo agua; al sexto día lo encontraron muerto. El Decano, al ver al chocoyito muerto, sintió un odio terrible hacia la serpiente y agarrando un cuchillo se fue a la oficina dispuesto a matarla. Abrió la cobertura y le tiro una cuchillada, pero fallo el golpe partiendo en dos la urna; la boa aprovechó que estaba rota y en un santiamén se escapó y se metió debajo de un escritorio.

El Decano se asustó, pues empezó a pensar que “Lisboa “ se vengaría; entonces optó por reconciliarse con “Lisboa”. Desde su escondite, la culebra le contestó: “Ni yo puedo alimentar hacia vos buenos sentimientos viendo la urna en que vivía, ni vos hacia mi contemplando la jaula de tu chocoyo muerto”.

Moraleja: ”No es tarea fácil deshacer grandes odios.”