La Fiesta De La Cruz

Gilberto Bergman Padilla

La Fiesta de la Cruz se celebra el 3 de mayo de cada año, es el mejor recuerdo que tengo del balneario de La Boquita, es algo de nunca olvidar.

En La Boquita hay un pleito entre los masayas y los diriambinos, cada uno de ellos se cree el dueño de la festividad, se dice que la cruz se apareció en la costa y que fue encontrada por un masaya; los diriambinos dicen que ellos son los dueños de la festividad porque La Boquita pertenece a Diriamba.

Se dice que el origen de la Fiesta de la Cruz comienza cuando el Emperador Constantino tuvo una visión donde se le apareció la Cruz de Cristo con las palabras “In hoc signo vincis” (con esta señal vencerás). El Emperador hizo construir una cruz y la puso al frente de su ejército y así venció al enemigo.

Hay otras historias acerca del origen del Día de la Cruz, en España se asocia con la llegada de la primavera, pero en Nicaragua se celebra con la llegada del invierno.

Cuando yo tenía 13 años, veraneaba en Casares, balneario triste y aburrido. Mi mamá me mandaba de veraneo al Casino o donde Calabeta que eran una familia de evangélicos. Sin embargo yo soñaba con ir a La Boquita, y es que ese balneario era peor que Sodoma y Gomorra; llenos de roconolas, bares, cantinas y lo mejor era que al otro lado del río se ubicaban los burdeles llenos de mujeres.

La gente de Casares regresaba a Diriamba el 2 de mayo, porque generalmente el invierno comenzaba el día 3 y entonces los caminos se ponían intransitables.

Era tal el rigio que tenía para ir a La Boquita que no me regresé el día 2, el 3 de mayo a las seis de la tarde me fui por la costa caminando desde Casares hasta La Boquita, ahí me encontré a un par de amigos y comenzamos a vagar.

Al oscurecer las roconolas de las cantinas del otro lado del río empezaban a tronar, las fichas para bailar valían veinticinco centavos, uno escogía la pieza y luego sacaba a bailar a las “muchachas” de la casa. La mejor música eran los boleros, y de aquellos tiempos me acuerdo de: Por amor en quinto patio, Cabaretera o Luces de Nueva York. La Sonora Matancera con Daniel Santos, Celio González y otros era todo un espectáculo.

Cuando se me acabaron los cinco pesos que andaba y ya cansado, regresé a Casares. Era 4 de diciembre y la gente donde estaba hospedado había hecho viaje de regreso a Diriamba. Me dijo el cuidador que había un camión que salía a eso de las tres de la tarde.

Iba alegre después de la parrandeada que me di en La Boquita, pero afligido porque al llegar a Diriamba mi mamá me iba a malmatar. Cuando íbamos a mitad del camino empezó a caer un aguacero que puso el camino tan lodoso que el camión se quedó pegado, así que mientras buscaban unos bueyes, que nunca llegaron, ya eran como las cuatro y media de la tarde, me acordé que cerca de ahí había una finca de un amigo de mi mamá, agarré mi valijita, me remangué los pantalones y me fui a la finca de Don Benito.

Ya estaba oscureciendo cuando llegué a la finca, empecé a buscar a Toño Calandraca, el mandador y no lo encontré. Entré al dormitorio, en el suelo vi una botella de guaro por lo que supuse que el Toño estaba bien borracho. “Toño, Toño, levantate jodido que soy Gilberto, el hijo de doña Zobeyda y tengo hambre”, le grité. El tipo ni se mosqueó, y siguió dormido.

En la cocina encontré unos guineos cuadrados y unas cuajadas ahumadas, me las comí y me fui a buscar una cama, con la desgracia que la única cama que había es donde estaba dormido el mandador de la finca.

A como pude lo empujé, agarré la sábana me la eché encima y me dormí, me levanté a las cinco de la mañana le di cuatro codazos al Toño y el desgraciado no se levantó, menuda borrachera se había pegado el jodido.

En el corral encontré un caballo, le puse la albarda y me fui hacia Diriamba, cuando iba llegando al pueblo me encontré con don Benito quien venía acompañado del juez de mesta y el forense.

“¡Ideay gilito! —me dijo don Benito— veo que andás en uno de los caballos de mi finca”. Le dije que lo había agarrado prestado. Le conté el problema del camión y le puse las quejas de que el Toño Calandraca, su mandador, estaba totalmente borracho pues en el suelo estaba una botella de guaro, y por más que le grité no se despertó. Como no encontré otra cama no tuve más remedio que acostarme en la misma cama.

“Chocho ‘gilito’ —me dijo don Benito— fijate que precisamente voy a la finca a levantar el Acta de Defunción, pues ayer por la tarde a Toño le picó un cascabel y su mujer me vino a avisar que había muerto”. El médico forense me miró y me dijo: “Qué bárbaro chavaló, dormiste toda la noche con un muerto”.

Me puse pálido, no sé ni cómo me despedí y cuando llegué a mi casa, mi mamá saca un chilillo de cuero crudo y me da una buena apaleada, ni siquiera me dejó explicarle lo que me había pasado y me mandó al cuarto a dormir.

A las dos horas mi mamá entró al cuarto y me encontró hirviendo en fiebre y llorando le expliqué lo que me había ocurrido y me dijo: “Está bueno que te haya pasado por vago y desobediente. Ahora vas a pasar soñando que dormiste con un muerto”.