La Crisis Según Einstein

Por Gilberto Bergman Padilla

“La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países porque la crisis trae progresos.

La creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche oscura.

Es en la crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis se supera a sí mismo sin quedar ‘superado’.

La verdadera crisis es la crisis de la incompetencia.

Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia”.

En el año 1986, Nicaragua había tocado el fondo del barril. La hiperinflación golpeaba los bolsillos de los pobres nicas, en los supermercados no había comida. Todo estaba racionado. Las filas para obtener gasolina eran exasperantes, tenías que pasar enfilado desde las dos de la mañana para que a eso de las once te vendieran cinco galones.

Si alguien venía a Nicaragua traía la valija llena de pasta de dientes, papel higiénico y cigarrillos con filtro.

Pero lo peor era la guerra. La cantidad de lisiados era enorme. La mayoría andaban en sillas de rueda producto de las explosiones de la minas, éramos famosos porque teníamos la mejor fábrica de implantes, como piernas, manos, etc.

Mi pariente Rosendo era vago por naturaleza. Le decían el Dr. Shivago, pues era “chivo” (vivía de las mujeres) y vago pues no trabajaba.

En las tardes visitaba el parque Luis Alfonso Velázquez, pues le gustaba jugar baloncesto, pero también disfrutaba de las competencias de los lisiados de guerra que en sus sillas de ruedas practicaban ese deporte.

Una tarde tuvo con un lisiado la siguiente conversación:

—Decime brother, vos todavía podés “moler” (es decir hacer el amor).

—Claro que sí, pendejó, lo que perdí fue la pata, lo otro lo tengo intacto.

Rosendo, que andaba palmado, pues vivía en una permanente crisis de riales, se le ocurrió decirle:

—Ve brother, no te gustaría ir donde una jaña y estar un rato con ella.

—Pues claro que sí —le contesto el lisiado.

Convinieron en el pago y ahí iba Rosendo empujando la silla de ruedas, desde el parque hasta Monseñor Lezcano donde vivía en una casa que alquilaba con la María, alias la “Macheteada” ya que una hermosa cicatriz le adornaba la cara.

Cuando llegaron a la casa, Rosendo empezó a llamar a la María diciéndole que le traía un cliente.

—Que bárbaro que sos vos, cómo se te ocurre que me voy acostar con ese pobre hombre —le gritó la María.

—Pero a vos qué te importa —le dijo Rosendo— si yo me encargo de subirlo a la cama, además lo único que la falta es una pata, lo otro lo tiene bueno.

Entre la María y Rosendo metieron la silla de ruedas a la casa. La María se metió primero en la cama y Rosendo como era fortachón, lo sacó en brazos de la silla y lo puso en la cama. Ahí el hombre no tuvo ningún problema, hizo lo que tenía que hacer, luego la María pegó un gran grito: “Rosendo Rosendo, vení bajá al hombre que ya terminó”. Feliz y contento regresó el hombre al parque, le pagó a Rosendo y se despidieron.

Al día siguiente, el mismo hombre le dijo a Rosendo si podía ir de nuevo. “Claro que sí, no hay problemas”. Así que repitieron la misma operación del día anterior. La bola se corrió entre todos los jugadores, así que dos días después fue otro diferente.

Como la entrada a la casa era bien difícil, a Rosendo se le ocurrió hacer una rampa, se compró un quintal de cemento, arena y piedrín e hizo una entrada más cómoda.

—Mirá María —le dijo Rosendo— fijate que tengo varios clientes, por qué no le decís a tu prima la Socorro que venga por las tardes a volarse sus rialitos.

Ni corta ni perezosa la María llamó a su prima Socorro que era una chavala como de 19 años y claro, había una diferencia de precio entre la “Macheteada” que era viejoncona.

Todas las tardes Rosendo tenía que hacer el viaje del parque con dos sillas de ruedas y el negocio florecía. Hasta tenían de venta Ron Plata con hielo. Rosendo lucía más gordo, fumaba cigarrillos con filtro y se veía floreciente.

Aplicando algunos de los principios de Einstein como de que “la creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche oscura. Y que es en la crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias”. Por decirlo en pocas palabras para Rosendo la crisis estaba superada. El negocio funcionaba por las tardes. La “Coquito”, así llamada por los clientes, decidió venirse a vivir de fijo a la casa, pues el negocito estaba marchando muy bien.

Un lunes como a eso de las nueve de la mañana, la María le dijo a Rosendo que iba a la Distribuidora San Sebastián a comprar unos víveres y que regresaría como a eso de las doce, pues las colas eran inmensas.

Como la María era activista de los CDS (Comité de Defensa Sandinista) tenía su tarjeta de racionamiento. Algo iba encontrar, su paquete AFA (arroz, frijoles y aceite) lo tenía asegurado todos los lunes.

Cuando llegó a la Distribuidora la encontró cerrada, pues no había nada que vender. Le dijeron que no había llegado el camión con los víveres y que regresara hasta el día siguiente.

Se regresó a su casa y cuál fue su susto que al abrir la puerta de la casa oyó un ruido en el cuarto de la prima, “que raro —se dijo— si a esta hora no vienen clientes”, abre la puerta y qué vio: a Rosendo haciéndole el amor a la Coquito.

Agarró un machete que tenía colgado detrás de la puerta, le pegó dos cinchonazos a Rosendo, quien con los pantalones bajo el brazo salió corriendo de la casa y detrás casi desnuda iba la prima.

Bueno como dice Einstein: “Quien supera la crisis se supera a sí mismo sin quedar ‘superado’”, en otras palabras, tuvo una buena visión, pero el vicio lo echó a perder todo, se acabó el negocio, seguía siendo el Dr. Shivago: Chivo y Vago.