El Complejo De Antígona

Gilberto Bergman Padilla

El vuelo de Managua a Miami salió retrasado perdiendo la conexión hacia Carolina del Norte, en las oficinas de la línea aérea me entregaron un cupón para dormir y cenar en el Hotel del aeropuerto, ahí me encontré con Carmela quien también perdió su conexión a New York. Nos saludamos muy cordialmente, Carmela era una bellísima mujer, alta, rubia de unos cuarenta años y además millonaria.

Una hora más tarde me la encontré en la farmacia comprando igual que yo, un cepillo de dientes y una pasta dental, ocasión que aproveché para invitarla a comer en el mismo hotel en que estábamos hospedados, ya que ambos teníamos los respectivos cupones y el restaurante era de primera clase.

Pedí una botella de vino, hablamos de la política de Nicaragua y de un montón de cosas, ya en el sobaco de la confianza y por el tiempo de conocerla le hice una pregunta bien privada: cómo era posible que una mujer tan guapa y millonaria jamás se había casado.

Me dijo que jamás había encontrado un hombre que llenara sus expectativas y me puso como el hombre ideal a su hermano a quien calificó como buen marido, bien parecido, deportista, inteligente, exitoso, etc. Para ella era difícil encontrar a alguien que tuviera esas calidades. Mi problema es que cada vez que salgo con un hombre lo comparo con mi hermano y claro, a los días no salgo más con él.

Chocho Carmela, eso sí es clavo, le conté que había leído una obra de Sófocles llamada Antígona y que según los psicoanalistas, las mujeres que admiran, veneran o quieren en demasía a su hermano padecen de un complejo llamado Complejo de Antígona.

Sólo chochadas sos vos, ya estás de inventor como lo cuentos que escribís de tu mamá; le dije que estaba hablando en serio, que su vida estaba marcada por ese complejo el cual jamás podía superar y que para ella iba ser prácticamente imposible encontrar a alguien como su hermano.

En mi vida he oído hablar de tal complejo, me dijo, y además me pidió que le contara la vida de Antígona. Tranquilamente pedí otra botellita de vino y comencé a relatarle los orígenes de esta increíble mujer cuya historia esta muy ligada con su padre que al mismo tiempo era su hermano.

“En el reino de Tebas vivía el rey Layo casado con Yocasta. Un día el rey consultó a un oráculo, es decir, algo parecido a Donald Casco, para que le adivinara el futuro. Le dijo que tendría un hijo que lo mataría y se casaría con su esposa. Horrorizado ante tal predicción, cuando nace el niño ordena a uno de sus guardias que lo lleve al bosque y lo mate, el guardia tomó a Edipo, nombre del niño, y en vez de matarlo lo dejó abandonado en el bosque para que se lo comieran las fieras.

Afortunadamente pasó ahí una caravana que iba rumbo al reino de Corinto, oyeron los llantos del niño, se lo llevaron y los Reyes de Corinto lo adoptaron.

Edipo siendo ya un hombre, fue a visitar al oráculo y este le dijo que mataría a su padre y se casaría con su propia madre. Le dio tanto pavor el pronóstico, que abandonó Corinto y se fue a Tebas. En un camino estrecho y discutiendo por la pasada con un cochero, el pasajero del coche se enojó y se bajó, sacó su espada retando a Edipo, en la lucha lo mató, sin darse cuenta que era el rey de Tebas, su propio padre.

Tebas era devastada por un monstruo, una Esfinge, un animal feroz, algo así como el chupacabras; este animal mataba a los que no daban la solución a una adivinanza. El que matare a la Esfinge, como premio se casaba con la Reina Yocasta. “Hay, dice la Esfinge, un ser que anda en cuatro pies, a dos y tres y precisamente es más lento cuando más son los pies en que se apoya” —es el hombre— afirmó Edipo, el cual de niño se arrastra con las cuatro extremidades y de viejo busca un tercer pie en el bastón en que se apoya. La Esfinge se mató y Edipo se casó con Yocasta, su propia madre, la que le tuvo cuatro hijos, dos varones y dos mujeres.

Con el tiempo, Edipo descubre que él fue el asesino de su padre y que estaba casado con su propia madre —te cuento, Carmela, que según García Márquez, la mejor novela policíaca es Edipo Rey, de Sófocles porque es el investigador el que descubre que él mismo es el asesino— desesperado se sacó los ojos y huyó de su pueblo, acompañado de su hija Antígona que le servía de lazarillo. Cuando Yocasta se enteró, se ahorcó.

Los dos hermanos varones acordaron alternarse por un año en el trono pero uno de ellos se negó a cederle los poderes al otro. Como decía uno de los hermanos Somoza, “el problema no es que suba al poder mi hermano, sino cómo se hace para bajarlo”. Al final decidieron enfrentarse en un combate en el cual ambos hermanos mueren.

El trono queda vacante y lo ocupa un hermano de la fallecida Reina Yocasta el cual decreta que a uno de los hermanos no le den sepultura y que lo dejen al aire libre para que se pudra.

Una de las hermanas, Antígona, burla la decisión del rey y a escondidas entierra a su hermano. Al hacer una segunda visita al lugar en que estaba enterrado, es descubierta y es condenada a muerte.

Antes de morir pronuncia la frase: “¿Dónde había podido obtener yo más gloriosa fama que depositando a mi propio hermano en una sepultura?” Y esto es el gran amor de Antígona hacia su hermano que los psicoanalistas denominan Complejo de Antígona”.

Carmela escuchó pacientemente mi historia y me dijo que probablemente ese sería su complejo. Nos despedimos y cada cual se fue a sus respectivas habitaciones.

Cuando fui a pedir la llave de mi cuarto vi que Carmela saludaba a una amiga que llegaba a visitarla, de reojo pude ver que ambas se fundieron en un efusivo beso y abandonaron el hotel agarradas de la mano. Me quedé pensando y me dije: francamente qué baboso que me veo, ¿desde cuándo soy yo psicoanalista?

Moraleja: Pon tu esfuerzo y dedicación en lo que realmente estas preparado, no en lo que no te corresponde.