Está en discusión el proyecto de “Ley de Protección y Bienestar de los Animales”, sobre este tema existen en Nicaragua dos corrientes, una encabezada por miembros de la Sociedad Protectora de Animales, cuya figura más conocida es el Dr. Enrique Rimbaud, Decano de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad de Ciencias Comerciales, UCC y don Mario Tapia, editor de la revista Gente de Gallos.
Rimbaud pide que se prohíba en Nicaragua las peleas de gallos, y Tapia todo lo contrario. Las discusiones han subido de tono, llegando a insultos personales.
El Dr. Rimbaud dice que don Mario Tapia es un “ácrata impoluto, violador en potencia, ignorante, ordinario, ladino, indecoroso, falaz y heliogábalo”, pero además cuando se refiere a los galleros, el Dr. Rimbaud escribe: “Los galleros, dueños de antros de perdición donde se apuesta en un entorno de violencia, donde no se respeta la vida del animal, donde van niños que crecen viendo la violencia y las apuestas como algo normal, donde los valores éticos y morales no existen, justifican su pasión aberrante, su fácil modo de ganar dinero sin control y sin impuestos, basándose en una defensa de la cultura, la tradición y la costumbre totalmente inaceptables”.
Increíble. Llama a don Mario “Heliogábalo”, en referencia al Emperador Romano Heliogábalo, quien fue peor que Nerón y Calígula, quien al revés de sus predecesores que fueron bisexuales, o heterosexuales, era un perfecto invertido. A Heliogábalo le gustaba matar animales y muchachos, a quienes mutilaba y sus falos los arrojaba a una pira para sacrificarlos a su dios.
Don Mario contraataca y dice, “los nazis que se refugiaron en Uruguay después de la Segunda Guerra Mundial, se cambiaron de nombre y se hicieron cirugías plásticas, el idioma que usa Rimbaud es igual al que usaba la GESTAPO, y se cree el Dios y Salvador del mundo”.
“Monsieur Rimbaud es un amargado con grandes problemas patológicos, que tiene profundo gusto por los perros, sobre todo, por los de los ricos. Este individuo desea que durmiéramos con un chancho (apología ahora muy común en la televisión)”.
Enrique Rimbaud cree que los nicaragüenses pobres y humildes, que disfrutan sus tradiciones y que no son los invitados a sus fiestas de “dulce vida”, somos miserables, cavernarios, criminales, violadores, tahúres y vivimos en burdeles. Su odio es tal que para él los mestizos e indios son “ordinarios”, porque no pueden mantener a sus perros como “perros de rico”; para él, los ladinos somos candidatos a morir en un campo de concentración. Enrique Rimbaud es tan “animalado” que tiene tacto de elefante.
Gallos, pinturas de José Miguel Flores (Chemell). la prensa/U.Molina.
Mis hijos y sus amigos apoyan a Rimbaud, jóvenes que estudiaron en los Estados Unidos, en lo personal soy amante de las peleas de gallos.
Rimbaud es el Decano de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UCC. Yo soy el Rector. Es decir, la máxima autoridad. ¿Qué le puedo decir?
Ahora me encuentro en un dilema. El Dr. Rimbaud es un gran profesional, y don Mario Tapia es un verdadero caballero. Ambos defienden sus puntos de vista. Ex profeso, he colocado la palabra dilema. Un dilema es una situación conflictiva que no tiene una resolución claramente visible; dos valores importantes entran en conflicto entre sí y cualquier decisión que se tome será percibida como no satisfactoria; en otros términos, la situación no tiene posibilidad de resolverse plenamente, y cualquiera sea la determinación que tome, uno se queda con un sabor amargo.
Como el tema es muy peliagudo, mejor le pongo una nota de humor con ribete gallero y les cuento la historia del CAREADOR.
Cuando cumplí mis 14 años, mi mama me permitía ir a los bailes. En Diriamba, el club era aburrido y lleno de gente mayor. Sin embargo en San Marcos estaba el Town Club, era un lugar bárbaro donde se llenaba de chavalas, ahí tocaba la Marimba de los Hermanos Salinas y la gran orquesta la Jazz Carazo.
Ambas orquestas estaban programadas para tocar en las fiestas patronales. Tres amigos decidimos ir de Diriamba a San Marcos. Mi mama me dio permiso. Me puse “catrín”, zapatos combinados, pantalón azul con mi camisa blanca mangas largas, de marca Venus, de “cuello trubenizado”. Salí oloroso, me puse brillantina Glostora, Mun con M3 para los sobacos, me eché mi Sudaxil para los pies y me entalqué.
Mi mama me dio 3 pesos. Con eso me alcanzaba para el transporte, la gaseosa, los chicles y 6 cigarrillos Viceroy, que eran los de moda. Pero además, un billete de 20 córdobas, y me dijo:
—Este billete lo ponés en la cartera. Cuando vayas a pagar que te lo vean. Así verán que andás reales y nos sos ningún pendejo. Este billete es el CAREADOR.
(En el juego de los gallos, hay uno que no pelea. Sólo lo usan para “jochar” a los otros gallos. Se lo pasan por encima y el gallo de pelea se pone muy bravo).
Cuando regresé de la fiesta, le devolví a mi mama los 20 pesos. Me preguntó cómo me fue. Le conté que cada vez que sacaba la cartera mostraba el billete y todos mis amigos se asombraban.
“Te fijás —dijo mi mama— en esta vida el que tiene plata platica y el que no, escucha”.