El Canciller Y Su Caballo

Gilberto Bergman Padilla

 “¡Un caballo! ¡Un caballo! ¡Mi reino por un caballo!”(Ricardo III, batalla de BosworthField, 1485).

El Gobierno de Nicaragua inauguró las nuevas instalaciones del Ministerio de Relaciones Exteriores: un bellísimo edificio construido con la ayuda económica inicial del gobierno de china Taiwán el lunes 8 de octubre, inauguración que estaba programada para el 15 de septiembre, fecha de nuestra fiesta patria: pero, debido al ataque a las torres gemelas de Nueva York se tuvo que reprogramar.

La nota curiosa, lo que más se destacó en esta inauguración, fue la entrada triunfal de nuestro canciller, de traje y espuelas, montando un hermoso caballo, como haciendo juego con el edificio inaugurado, ya que se dice que el patio interno del nuevo edificio de la cancillería “es el de una hacienda nicaragüense “

Apartando lo jocoso del caso, la prestancia del caballo y lo muy “nicaragüense “del acto, hay algo más allá que quiero resaltar y es que como estudioso del Derecho Diplomático, me dio la impresión que este acto fue “UN EXCESO EN EL PROTOCOLO”. Y me recordó de inmediato, al ver la entrada, marcial de don Francisco, sobre una alfombra roja, la bella historia de los “caballos de sibaris”, la que nos viene muy bien para ilustrar este caso:

“En el siglo VII antes de Cristo, en el empeine de la bota italiana estaba la ciudad de Sibaris. Era tan rica y próspera, tanto su lujo y protocolo, que sus habitantes se endiosaron y cayeron en gestos ridículos que, en definitiva, los llevaron a la perdición.

Uno de sus próceres se quejaba de que su lecho era incomodo porque entre los miles de pétalos de rosa que lo cubrían, uno estaba un poco arrugado.

En el colmo de su extravagancia, los sibaritas inventaron lo que podíamos llamar la primera escuela de danza de caballos. En efecto, prepararon a sus bravos caballos guerreros para danzar, un auténtico ballet ecuestre. En el 510 A.C. Tuvieron que luchar contra vecinos de Cretona, quienes, sabiendo el arte de los caballos, llevaron una orquesta al campo de batalla. Los caballos sibaritas, al escuchar la música, se pusieron a bailar. Sus jinetes fueron pasados a cuchillo por los cretonenses.

Los sibaritas habían llevado demasiado lejos su exquisitez, su prurito elitista. Naturalmente, se habían “excedido» en el protocolo…