Acoso Sexual A Lo Nica

Por Gilberto Bergman

El Parlamento Europeo considera que existe “acoso sexual” cuando se produce cualquier comportamiento verbal o físico no deseado de índole sexual que tenga por objeto violar la dignidad de una persona, en particular, si crea un entorno intimidatorio, hostil, degradante, humillante u ofensivo.

Generalmente, cuando se habla de acoso sexual, se refiere al hombre. Jamás se piensa que muchas veces pueden ser las mujeres quienes se convierten en mujer “dominante” y hombre “sumiso”.

Con frecuencia vemos en los periódicos mujeres acusando a hombres, a profesores, magistrados, gerentes de empresas privadas, policías, sacerdotes, etc.

Son raros los casos que se publican sobre acoso sexual de mujeres hacia los hombres; sin embargo, en menor medida, los hombres también padecen el acoso sexual. El mejor ejemplo es la película Atracción Fatal.

Se dan casos de acoso sexual entre mujeres. Un juez argentino condenó a la propietaria de un salón de belleza, en 1994, a pagarle 11,000 dólares a una empleada por haberla acosado sexualmente.

Otro tipo de acoso es el de los jefes homosexuales hacia sus subordinados. En Diriamba era famoso don Rutilio, viejo maricón que se aprovechaba de sus trabajadores. Hemos leído en los periódicos la demanda judicial hecha en Miami por el actor venezolano Juan Carlos Díaz contra el empresario musical Emilio Stefan, por acoso sexual.

¿Hay acoso sexual entre animales? Parece que sí. Un español solicitó indemnización por la muerte de una vaca, cuando huía del acoso sexual de un burro propiedad de la Alcaldía. El demandante alega que el burro entró a su terrero persiguiendo a su vaca con intenciones deshonestas y al tratar de escapar cayó en un guindo y se mató. Sin embargo, el alcalde alega que es todo lo contrario, que la vaca “provocó al burro al andar totalmente desnuda con las tetas al aire”.

La famosa actriz francesa, Brigitte Bardot, fue acusada por un vecino de haberle castrado su burro “Charly” quien habría cometido “acoso sexual” contra la burra “Mimosa”, propiedad de Brigitte.

Acoso sexual a lo nica es lo que le pasó a Gutierrito, un profesor, que además de simpático, es bien parecido. Se presentó un día a mi despacho y me dijo que tenía un gravísimo problema y que no sabía como actuar. Una alumna lo estaba acosando sexualmente. Me explicó que la alumna se sentaba en la primera fila vestida con ropa provocadora, que echaba unas miradas maliciosas, además de insinuaciones verbales. Cuando me dio el nombre de la alumna casi me da un infarto, era la hija de un gran amigo mío y a la alumna la conocía muy bien.

La cité en mi oficina y le dije: Johana, dice el profesor Gutiérrez que vos lo provocás en clase. ¿Yo, provocarlo? Qué va, don Gilberto, si Gutierrito esta como “Paco”. ¿Como qué?, le pregunté. Como “pacomérmelo”. ¿Verdad que está regio?, exclamó. Mirá, Johana, no quisiera hablar de este caso con tu papa, así que dejalo en paz, ya que si seguís con esa actitud te voy a tener que expulsar, esto a vos no te conviene porque el mes que viene te vas a graduar. Me pidió que no hablara con su papa y que no volvería a molestar más al profesor.

Al día siguiente, entró a clase vestida de chaqueta y pantalón, se sentó en la primera fila y no levantó la vista en toda la hora. Al terminar la clase se quedó de última y cuando el profesor terminaba de borrar la pizarra, se abrió la chaqueta, le mostró los pechos y empezó a movérselos en su cara diciéndole: “Cochón, cochón” y salió de clase. A partir de ese momento, Johana no volvió a determinar al profesor.

Una vez graduada, Johana pidió cita al profesor Gutiérrez. Éste la recibió en su oficina. Entró muy sonriente comiéndose un Eskimo, lo miró fijamente a los ojos y se bajó el escote. El aire acondicionado endureció sus pezones. “¿Se acuerda de estos, profesor?” Mientras se frotaba uno de los pechos con el Eskimo, Gutierrito se levantó de su silla, quedó mirando fijamente cómo el Eskimo se derretía, se hincó ante ella e inclinó la cabeza sobre la crema del juvenil busto.

Meses después me los encontré en un Centro Comercial agarraditos de la mano, ella con una hermosa barriga me dijo: Cumplí mi palabra, mientras fui alumna jamás le dirigí la palabra al profesor, eso sí, una vez que me gradúe sabía que iba a ser todo mío. Me despedí de ellos y me acordé de la frase del escritor español Jardiel Poncela: “Los pechos de la mujer son la única persistencia del hombre. Los coge al nacer y ya no los suelta hasta morir de viejo”, o como nuestro dicho nica: “Dos tetas jalan más que cien carretas”.