Rubén Dario elogia al Uruguay
Se conmemora un año más de la independencia de la República Oriental de Uruguay. El 25 de agosto de 1825 fue declarada: «Libre de todo Poder Extranjero”.
Las luchas por la independencia fueron largas y duras. En la “Banda Oriental”, actual Uruguay, las ideas independentistas encontraron quien las encauzara en José Gervasio Artigas.
El ejército artiguista obtuvo su más resonante victoria militar contra los españoles en la “Batalla de las Piedras”, en mayo de 1811.
Artigas ejerció su liderazgo civil y militar, condujo a su pueblo en instancias decisivas, siendo proclamado “General de los orientales, caudillo de la independencia nacional de la República Oriental de Uruguay y protector de los pueblos libres”. Fallece en Paraguay el 23 de septiembre de 1850.
En 1894, Rubén Darío público un escrito titulado “El”, en el periódico “La Razón”; se refería a Artigas sin nombrarlo en el texto. Fue un envió personal de Darío desde Buenos Aires, un homenaje a la independencia de Uruguay.
“El”
Aprendió de los vientos del campo, de la enseñanza de la Naturaleza, la justa-Libertad. Su alma se nutrió de luz libre, su corazón de nobleza, su brazo de fuerza. Supo lo que es el triunfo de/ esfuerzo propio, en su juventud, y el trabajo, bienhechor martillo de la Vida, le forjo una coraza para las luchas y empresas que habían de venir.
Vieron, en sus primeros ensueños de gloria, sus ojos celestes, la visión de una Patria grande y bella coronada de laureles. Tenía la cabellera luenga y heroica, fuerte barba decorativa, alta talla de guerrero. Era más bien melancólico que risueño; el cristal no humillaba a su conciencia en limpidez, y si el acero es maleable, aquel carácter no lo era.
Amable el pueblo Campesino, el gaucho. Marcial, era galante y no pudo quejarse del amor. La mujer que le adora, se vuelve loca de celos, loca de amor por él.
En los campos, combatió a los bandoleros que eran terror de las “estancias supo el inglés lo que podía su brazo; era el predestinado para las más hermosas victorias; cuando llego el momento señalado por Dios para la salvación del hogar oriental, él estuvo listo para la campaña. Sus hermanos de América son Bolívar, San Martin, Sucre; y allá muy lejos, le saludan Hidalgo y Morazán.
Los hombres del pueblo, de los hierros de la labor hicieran lanzas y picas. Prestos estuvieron, para la hora del primer rito, puñales y facones. Habitantes de la selva, gente de la pampa, rudos patriotas, bravos a caballo, todos están con él. Es cabeza; tiene voz de jefe; su palabra es un son de clarín, su nombre, una bandera. ¡Alla van a Mercedes el cabo Viera y Perico el danzarín del Brasil: no saben lo que llevan! una antorcha que ha de encender la santa hoguera, a cuyo fulgor los hijos de la Patria vuelan a ofrecer por ella el alma y la sangre. Las haciendas vacías sus mozos; de todas partes ir a la pelea por la Independencia [Ya la primera victoria esta lograda. No hay lugar oriental en donde no se oiga la voz de la revolución. (; Y e’/? De Buenos Aires va a su tierra, ponerse a/ frente de los suyos.
En su día de sol y azul, “el 18 de mayo de 1811 apareció en el Uruguay despejado y hermoso” -dice un historiador, Valdenegro se siente más poeta que nunca. Siente, el bizarro cancionero de la guerra, como que su pecho se hinche de rimas; su Pegaso, como e/ caballo de/ libro d Job, relincha con ansias de combate. ES el día de Piedras Los jefes todos, como el poeta militar, se siente impulsados a la brega. Es que é/ ha hablado, con la voz de su valor ardiente y contagioso, de su amor al país uruguayo, con la lengua arrebatadora que pone el Señor de los Ejércitos en aquellos que destina para conducir salvar a los pueblos, en los éxodos memorables y en las terribles luchas decisivas.
Tembló el suelo al galope de las caballerías. ¡Adelante! ¡Tus tres pobres cañones tienen ya compañeros, líricos fogosos Valdenegro! ES el día de Piedras. Se escuchan en las filas combatientes el clamor de la furia y de la muerte Combate con el ímpetu de su raza y bravura legendaria la gente española. Los uruguayos que proclaman la libertad y se desangran por la Patria van con tanto ímpetu fe y vida, que ya Posadas se muerde los puños abatido; ya los jinetes orientales detienen el paso porque él la ordena. Valdenegro siente unas alas que a/ pasar roza su fuente; oree que son de una musa que pasa: es la Victoria.
Después de que puso al virrey acorralado; después de la hozaría de Zufriateguy en la Isla de Ratas; después de que el pueblo que en verdad había visto el día vuelve a la oscuridad de una opresión extraña; él quita de su hombros las charreteras que recordaran los triunfo recientes; al Norte va, y otra vez se despoblarán los campos por El, y guiara de nuevo a su pueblo que le aclama; y vendrán a su encuentro las lanzas indígenas, a ofrecérsele; y comenzara la lucha por la Libertad.
Rubén Darío arribo a Montevideo el 28 de junio de 1912, procedente de Europa. Regresaba el poeta al Rio de la Plata después de catorce años y medio de ausencia. El deseo de Rubén era pasar un mes en Uruguay y unos días en el campo para reestablecer su estragado estómago.
Darío, al llegar al puerto de Montevideo, vestía con fineza y elegancia: traje gris, a la inglesa y corbata marrón con alfiler de oro, con un lis en esmalte. Mencionó que entre las figuras que entraban en el círculo de sus amistades intelectuales figuraban José Enrique Rodo, Zorrilla de San Martin, Carlos Vaz Ferrara, Víctor Pérez Petit y los hermanos Martínez Vigil.
Durante varios días permaneció recluido en el Hotel con el fin de restablecer su salud. Visito a la poetisa Delmira Agustini en su residencia, con quien converso largo rato. A Delmira le dedico el siguiente elogio:
Delmira Agustini
“De todas cuantas mujeres escriben hoy en verso, ninguna ha impresionado mi ánimo como Delmira Agustini, por su alma sin velos y su corazón de flor. A veces rosa por lo sonrosado, a veces lirio por lo blanco. Yes la primera vez en que en lengua castellana aparece un alma femenina en el orgullo de la verdad de su inocencia y de su amor, a no ser de Santa Teresa de su exaltación divina.
Si esta niña bella continua en la lírica de su revelación de su espíritu como hasta ahora, va a asombrar a nuestro mundo de lengua española.
Sinceridad, encanto y fantasía, he allí las cualidades de esta deliciosa musa. Cambiando la frase de Shakespeare podría decirse “that is a woman” pues por ser una mujer, dice cosas exquisitas que nunca se han dicho. Sean con ella la gloria, el amor y la felicidad.
Durante sus días en Montevideo recibió varios homenajes. El 9 por la noche, en el Teatro Urquiza; el 11 en el Teatro Solís, el 13 fue recibido por el presidente de la República, D. José Batle y Ordoñez, pariente del actual presidente del Uruguay. El domingo fue homenajeado con música culta, popular y nativa; bailes, danzas, etc.
El poeta respondió al homenaje así: “Señores”, yo no sé Cómo serían los festines de los dioses, pero creo que no habrán superado jamás este banquete. Solicito carta de naturalización en vuestra noble y hermosa república. Los que poseen el secreto de la alegría son dueños ya de las llaves del porvenir”.
El 17de julio, en el Ateneo del Uruguay, se llevó’) a cabo una recepción al autor de Cantos de Vida y Esperanza. Darío ocupo la tribuna y leyó el soneto “Montevideo”:
Montevideo, copa de plata
llena de encantos y de primores.
Flor de ciudades, ciudad de flores,
de cielo mágicos y tierra grata.
Tus bravos héroes la historia acata.
Fervientes lirios dieron loores
a los centauros y a /os pastores
cuyas proezas recuerda e/ Plata.
rosas del pueblo o aristocracia,
que en tus mujeres divinas veo.
‘Son tus almas de poesía
de tu corona la pedrería
maravillosa, Montevideo!
La Comisión Organizadora del Homenaje a Rubén Darío indio tributo a nuestro vate en el Teatro Urquiza. Esa noche a intelectualidad uruguaya, la Asociación de música de cámara, una orquesta dirigida por el maestro Grasso, poetas, etc. homenajearon con gran emoción a Rubén, quien cerro el acto con las siguientes palabras:
“Señores: Al partir de esta capital, llevare, tenedlo por cierto, una profunda gratitud por la gentileza, la cultura y a natural generosidad de espíritu con que habéis sabido, en la oportunidad de mi persona, manifestar vuestro culto por el arte y la dedicación ideal.
Vuestra tierra de heroísmo y de trabajo, ha sido, también, fecunda en almas de pensar hondo y armonioso; y la constante visión de la belleza, en vuestras mujeres y en vuestro encantador escenario natural, ha hecho que el brillo y la vivacidad de la inteligencia hayan llegado a cerca si particularidades nacionales.
Siempre, señores, recordare’ cordialmente a Montevideo. ‘Que Dios guarde y engrandezca a la República Oriental de Uruguay”.
Antes de retirarse del homenaje tributado, Darlo se dirigió al palco que ocupaba la célebre actriz italiana Jacinta Pezzana, y en gesto de fina galantería, besó) la mano de la consagrada artista.
Darío viajo por el interior de Uruguay, visitando las ciudades de san José y Paysandú en la que dictó, en el teatro Progreso, la conferencia “A través de mi obra” la misma que había pronunciado en san José