El barco italiano Antonioto Usodimare, tardó 18 días en llevar a los nicas que íbamos a estudiar a España, éramos un grupo de bachilleres entre 16 y 18 años.
Llegamos a Barcelona, ahí nos hospedamos en un hotelito y como todo buen nica esa noche visitamos el Barrio Chino, es decir la Zona Rosa, el cambio del dólar a pesetas era favorable, por un dólar te daban sesenta pesetas, un trago de vino costaba setenta céntimos, así que nos podíamos tomar setenta copas de vino por un dólar, era todo un jolgorio.
El viaje Barcelona Madrid lo hicimos en tren, ahí fui a visitar a nuestro Embajador, ya que le llevaba una carta de recomendación, además de una razón que le mandaban unas señoras nicaragüenses que le habían dejando un dinero para que les comprara unas vírgenes y de esto ya había pasado un año, el Embajador me recibió muy amablemente, me dijo que las vírgenes ya estaban compradas y que solo esperaba que le avisaran cuando salía el barco para Corinto, que yo sepa, nunca las mandó.
Me invitó a comer a un restaurante donde había tanta gente, que ni lugar para sentarse había, sin embargo al Embajador lo ubicaron de inmediato “ve hijo” me dijo ” “ya que estás en Europa debes de civilizarte, tomando bebidas elegantes” y me dio una bebida roja con hielo, limón y soda, parecido a la milca roja, el primer trago, ni me gustó, era totalmente amargo; el segundo trago menos amargo y el tercero hasta dulce lo sentí; después averigüe que era Campari.
El Embajador, sus dos amigos y yo comimos toda clase de mariscos, ahí conocí por primera vez el calamar, el pulpo, los mejillones, las cigalas etc. y a la hora de pagar, el Embajador me dijo que se le había olvidado la cartera en la embajada y que si le podía prestar quince dólares, uno de sus amigos salió a cambiarlo y después pagó, todavía estoy esperando que me pague.
De Madrid tomamos un bus a Salamanca, el clima era frío, 15° bajo cero, me matriculé en la universidad y ahí se me erizaban los pelos cada vez que oía a los estudiantes españoles blasfemar, era horrible oír esas expresiones que nosotros los nicas, jamás nos atrevemos a decir, “los nicas somos mal hablados, pero jamás blasfemos”.
Entre que salíamos todas las noches de “tapas”, costumbre española de salir a tomar aperitivos antes de la cena y las constantes visitas a los lupanares del Barrio Chino, oyendo música flamenca, viendo bailar a los gitanos y frecuentes “amanezqueras” con desayunos de chocolates con churros, los estudios se fueron quedando a un lado, pero las cartas mías decían todo lo contrario “querida mama, espero que al recibo de la presente te encuentres bien y de buena salud, aquí yo estudio todos los días, porque quiero decirte querida mama que mi sueño es llegar a ser un gran profesional y cuando llegue a Nicaragua todos los días voy a estar con vos y te vas a sentir orgullosa de mi”, “así que no te preocupes”. Era el estilo de todas mis cartas y de mis otros amigos .
Veamos la contestación: “querido Gil, ahí te mando el cheque, avísame cuando lo recibás, he leído tu carta en la que me decís que te estás portando bien, que estudiás todos los días y que vas a ser un gran profesional, yo te digo que me parecés un pendejo diciéndome esas babosadas, como si a mí me importara, yo ya tengo mi vida hecha, vos sos el que estás comenzando, así que si no estudiás es problema tuyo, eso sí, no te olvidés que “el único que busca la mierda… es el chancho”… tu mama Sobeyda.